Evangelio: (Mc 6, 1-6)
Al irse Jesús de allí, volvió a su tierra, y sus discípulos se fueron con él. «Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga y mucha gente lo escuchaba con estupor. Se preguntaban: «¿De dónde le viene todo esto? ¿Y qué pensar de la sabiduría que ha recibido, con esos milagros que salen de sus manos? Pero no es más que el carpintero, el hijo de María; es un hermano de Santiago, de José, de Judas y Simón. ¿Y sus hermanas no están aquí entre nosotros?» Se escandalizaban y no lo reconocían. Jesús les dijo: «Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su tierra, entre su parentela y en su propia familia.» Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos.» Jesús se admiraba de cómo se negaban a creer.
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Santa Faustina anotó en su Diario (D. 454, 633)
«Hija Mía, toma las gracias que la gente desprecia; toma cuantas puedas llevar«.
«Me extraña muchísimo como es posible tener una envidia tan grande. Yo, viendo el bien de alguien, me alegro como si yo misma lo tuviera, la alegría de los demás es mi alegría y el sufrimiento de los demás es mi sufrimiento, porque si no fuera así no me atrevería relacionarme con Jesús. El espíritu de Jesús es siempre simple, apacible, sincero; cada malicia, envidia, falta de bondad ocultada bajo una sonrisa de afabilidad es un diablito inteligente; una palabra dura pero que proviene del amor sincero, no hiere al corazón».
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- Hoy Jesús me invita a abrir mi corazón: recibir favores que la gente desprecia; Toma las gracias que la gente ha despreciado; toma todo lo que puedas llevar. Para recibir las gracias del Señor, mi corazón debe ser humilde y misericordioso.
- El espíritu de Jesús es siempre sencillo, gentil, sincero…
¿Veo estas virtudes en mi corazón? - Hoy miraré atentamente lo que hay en mi corazón. ¿No hay malicia, celos, crueldad, etc.?