El Jueves Santo comenzamos el Triduo Pascual, que hace presentes los acontecimientos más importantes de nuestra fe. Jesús nos ama tanto que murió en la cruz por nuestra salvación y resucitó revelándose como Señor de la vida y de la muerte.
Jesús es el Siervo sufriente que se deja llevar silenciosamente a la matanza (Is 53,7) y carga con los pecados de muchos, y el cordero pascual, símbolo de la redención de Israel en la primera Pascua. Toda la vida de Cristo expresa su misión: «servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10,45). (cf. CIC 608)
El misterio de la Pasión y Resurrección de Cristo es el centro de la Buena Nueva que la Iglesia debe anunciar al mundo. (cf. CIC 571)
Esforcémonos durante estos días, junto con santa Faustina, por penetrar en la Pasión de Jesús y, reflexionando sobre sus sufrimientos, abramos nuestro corazón para recibir su misericordia. Como Apóstoles de la Divina Misericordia, anunciemos al mundo la Buena Noticia de la salvación en Jesús, que es fuente de esperanza para todo ser humano.
“Jueves Santo. Hoy me he sentido bastante fuerte para poder participar en las ceremonias en la iglesia. Durante la Santa Misa se presentó [Jesús] y me dijo: Mira Mi Corazón lleno de amor y de misericordia que tengo por los hombres y especialmente por los pecadores. Mira y medita sobre Mi Pasión.” (Diario, 1663).