”(…) tal justicia, que es propiamente justicia «a la medida de Dios», nace toda ella del amor: del amor del Padre y del Hijo, y fructifica toda ella en el amor. Precisamente por eso la justicia divina revelada en la cruz de Cristo es «a medida de Dios», porque nace del amor y se completa en el amor, generando frutos de salvación. La dimensión divina de la redención no se actúa solamente haciendo justicia del pecado, sino restituyendo al amor su fuerza creadora en el interior del hombre, gracias a la cual él tiene acceso de nuevo a la plenitud de vida y de santidad, que viene de Dios. De esta modo, la redención implica la revelación de la misericordia en su plenitud”(Dives in misericordia, 7).
Hemos comenzado otra Cuaresma en nuestras vidas. La primera parte es penitencial, nos ayuda a estar ante Dios en la verdad sobre nuestro pecado y nuestro impotencia contra él, porque no podemos deshacernos de él por nosotros mismos. «El rescate por una vida es caro, ningún pago es suficiente» leemos en el Salmo 49. La misericordia de Dios se manifiesta en el hecho de que no nos deja solos en un estado de pecado sin esperanza, sino que nos envía a su Hijo a salvarnos. Al morir en la cruz, Jesús no solo expió nuestros pecados, sino que también nos devolvió la vida. Él renueva nuestros corazones con su amor misericordioso cada vez que nos arrepentimos.
¿Cómo te hace sentir la verdad sobre tu pecado?
¿Eres consciente de sus debilidades y pecados, en cuáles caes con mayor frecuencia?
¿Puedes reconocer tu debilidad y pedirle a Jesús Misericordioso que cambie tu corazón?
“El alma: Señor, mi tristeza se debe a que a pesar de mis sinceros propósitos caigo continuamente y siempre en los mismos errores. Hago los propósitos por la mañana y por la noche veo cuánto me he desviado de ellos.
Jesús: Ves, niña Mía, lo que eres por ti misma. La causa de tus caídas es que confías demasiado en ti misma y te apoyas muy poco en Mí. Pero esto no debe entristecerte demasiado; estás tratando con el Dios de la Misericordia, tu miseria no la agotará, además no he limitado el número de perdones. (…) Ten confianza, niña mía; no debes desanimarte sino que debes venir a Mi a pedir perdón, porque Yo estoy siempre dispuesto a perdonarte. Cada vez que Me lo pides, glorificas Mi misericordia” (Diario 1488).