Señor, todo esto me desanima mucho (Diario 1487).
Comenzando nuestras reflexiones cuaresmales sobre cómo vivir el sufrimiento y encontrar en él la presencia amorosa de Dios, intentemos pensar por qué muchos de nosotros fracasamos con esta lección. ¿Por qué nos resulta tan difícil repetir sinceramente junto con santa Sor Faustina?: El sufrimiento es una gran gracia. A través del sufrimiento el alma se hace semejante al Salvador, el amor se cristaliza en el sufrimiento (Diario 57).¿Cómo podemos llegar a asemejarnos a Dios, cuando en medio del sufrimiento, nuestro corazón se llena de pretensiones, aparece la ira, nos rebelamos y surgen otros sentimientos difíciles? La poca resistencia al dolor hace que expulsemos hacia afuera toda esta negatividad en la forma de desaliento, pretensiones, o un fuerte grito de protesta. Otra forma es ocultarlo en las profundidades de nuestro subconsciente. Esto es lo que somos capaces de hacer con nuestras propias fuerzas. Pero, ¿acaso de este modo nos estamos asemejando a Dios?
El primer paso que hacía sor Faustina a la hora de sufrir era que ella nunca se quedaba sola con el sufrimiento. Jesús la exhortaba diciendo: descubre todas las heridas de tu corazón, Yo las curaré y tu sufrimiento se convertirá en la fuente de tu santificación (Diario 1487). Cada herida que descubrimos ante Dios ya no es lo mismo que era al principio. Dios no se espera para iniciar el proceso de sanación. Naturalmente, no siempre es un proceso de curación tan rápido como nos gustaría que fuera, pero siempre es efectivo. La curación puede comenzar con el hecho de que empezamos a ver nuestro sufrimiento desde una perspectiva diferente. Comprenderemos los motivos que tenían las personas que nos han dañado, o dejaremos de culparnos a nosotros mismos, dándonos cuenta de que nuestra capacidad para defendernos era limitada. Una herida muy dolorosa no puede ser descubierta ante cualquiera, porque solo el poder de Cristo puede hacer que comience el proceso de recuperación de la salud.
Sor Faustina, cuando describe su experiencia de oración en los momentos de sufrimiento, anota unas palabras que habrían bastado para descalificarla si esta conversación hubiera tenido lugar durante una entrevista de trabajo o para solicitar el ingreso a una facultad: Señor, mis sufrimientos son tan grandes y diversos y duran desde hace tanto tiempo que el desaliento ya empieza a apoderarse de mí (Diario 1487). Es como si en otras palabras dijera, no tengo fuerzas ni motivación, mis intentos han fallado, estoy demasiado desanimada para seguirte por el camino de la cruz. Por otro lado, sin embargo, dirige estas palabras a la única Persona que la puede ayudar en esto. Se las dirige a Jesús, que conoce bien la debilidad de nuestra naturaleza humana, y que nos da valiosos consejos: Cuando el aburrimiento y el desánimo llamen a tu corazón, huye de ti misma y escóndete en Mi Corazón (Diario 1760). Y de esta manera ella supera su propia debilidad que le impide dar un paso más para seguir adelante y salir vencedora. Se abre al poder de Dios, gracias al cual deja que su gracia actúe en medio de su propia impotencia.
Procuremos hacerlo del mismo modo. Que Dios sea el primero a quien contamos las historias de nuestros fracasos, cuando hemos estado luchando con nuestro sufrimiento. Aunque al principio esto sea como un monólogo de quejas y pretensiones regado con una lluvia de lágrimas. ¡Que Él sea el primer oyente!
Hna. Anna Maria Trzcińska ZMBM