“Cristo, en cuanto crucificado, es el Verbo que no pasa; (cf. Mt 24, 35) es el que está a la puerta y llama al corazón de todo hombre, (cf. Ap 3, 20) sin coartar su libertad, tratando de sacar de esa misma libertad el amor…” (Dives in misericordia, nº 8).
San Juan escribió al comienzo de su Evangelio: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho” (J 1, 1-3). ¡Jesús es la Palabra! Él es la Palabra eterna, la Palabra omnipotente, que permanece por siempre y nunca pasa. ¡Él es la Palabra de misericordia! Es Dios que «está a la puerta de todo corazón humano y llama»… ¡Está a la puerta de tu corazón y llama! ¡Él trae misericordia, otorga misericordia y quiere liberar la misericordia de tu corazón!.
¿Aceptas la Palabra de Jesús Misericordioso en tu corazón?
¿Buscas en la Palabra de Dios respuesta a tus preguntas, indicaciones sobre tu vida, sobre la toma de decisiones?
¿Permites que Dios saque de esa misma libertad el amor de tu corazón, siendo fiel a las inspiraciones del Espíritu Santo en las pequeñas cosas de la vida cotidiana?
“A una palabra presto atención y de esta palabra siempre dependo, y esta palabra es todo para mi, por ella vivo y por ella muero y ésta es la santa voluntad de Dios. Ella es mi alimento cotidiano, toda mi alma está atenta para escuchar los deseos de Dios” (D. 652).
“En Ti confío, oh Dios, porque el cielo y la tierra pasarán, pero Tu Palabra perdura eternamente” (D. 23)