El Jueves Santo, Jesús le dijo a Santa Faustina: “Deseo que te ofrezcas como víctima por los pecadores y, especialmente, por las almas que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia”. (Diario, 308) «Hoy en unión con Jesucristo, Redentor de las almas» (Diario, 309), Sor Faustina se ofreció a sí misma como sacrificio por los pecadores.
Para Santa Faustina, otro Jueves Santo, era también un día de añoranza de Dios. «Por la mañana escuché estas palabras: Desde hoy hasta la Resurrección no sentirás Mi presencia, pero tu alma se llenará de gran añoranza, y enseguida un gran deseo inundó mi alma; sentía la separación del amado Jesús» (Diario, 413). En otro lugar leemos de su gran dolor y anhelo: «Mientras Jesús se despedía de mí, un dolor tan grande estrechó mi alma que es imposible expresarlo. (…) Me olvidé de lo que pasaba alrededor de mí, mi alma estaba deseando al Señor y toda la amargura de su Corazón divino se comunicó a mí. (…) Todo el tiempo estaba como desmayada, cada latido del Corazón de Jesús repercutía en mi corazón y traspasaba mi alma. Ciertamente si ese martirio hubiera sido solamente mío, habría sufrido menos, pero cuando miraba a Aquel a quien mi corazón había amado con todas las fuerzas, que Él sufría y yo no le podía dar ningún alivio, mi corazón se despedazaba en el amor y la amargura» (Diario, 1054).
Hoy, encontremos tiempo para estar con Jesús. Escuchemos Sus palabras a Santa Faustina durante la Misa de la Cena del Señor – “Mira Mi Corazón lleno de amor y de misericordia que tengo por los hombres y especialmente por los pecadores. Mira y medita sobre Mi Pasión” (Diario, 1663) – y meditemos en Su Pasión.