III Domingo de Cuaresma

Evangelio(J 2, 13-25)

Se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quiten esto de aquí. No hagan de la Casa de mi Padre una casa de mercado.» Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará. Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos muestras para obrar así?» Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré.» Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero Él hablaba del Templo de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús. Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio sobre la humanidad, pues Él conocía lo que había en cada persona.

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Santa Faustina anotó en su Diario (D. 379, 848)

«Durante una de las adoraciones, Jesús me prometió: Con las almas que recurran a Mi misericordia y con las que glorifiquen y proclamen Mi gran misericordia a los demás, en la hora de la muerte Me comportare según Mi infinita misericordia. (…) Recuerden Mi Pasión, y si no creen en Mis palabras, al menos crean en Mis llagas”.

„Escribe estas palabras, hija mía. Habla al mundo de Mi misericordia; que toda la humanidad conozca Mi insondable misericordia. Es una señal de los últimos tiempos; después de ella vendrá el día de la justicia. Mientras aún haya tiempo, que recurran a la fuente de Mi misericordia;  que se beneficien de la Sangre y el Agua que brotaron para ellos. Oh almas humanas, ¿Dónde encontraran refugio en el día de la ira de Dios? Refúgiense ahora en la fuente de la misericordia de Dios. ¡Oh, qué gran multitud de almas veo! Que han Adorado la Divina Misericordia y estarán cantando el himno de alabanza por toda la eternidad.«

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  • ¿Quizás yo, como los judíos del Evangelio de hoy, busco una señal? ¿Veo en la Palabra de Dios, en la muerte y resurrección de Jesús, el gran don de la Misericordia de Dios?
  • Jesús quiere que confíe en su amor infinito. Si no confío plenamente en Su Palabra, Él me invita a confiar en Sus heridas.
  • Esta semana intentaré llevar cada día con gran confianza hacia la fuente de la misericordia y beneficiarme de la Sangre y el Agua que brotaron para mí personalmente.
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