Este es el Hijo de Dios que en su resurrección ha experimentado de manera radical en sí mismo la misericordia, es decir, el amor del Padre que es más fuerte que la muerte. Y es también el mismo Cristo, Hijo de Dios, quien al término —y en cierto sentido, más allá del término— de su misión mesiánica, se revela a sí mismo como fuente inagotable de la misericordia, del mismo amor que, en la perspectiva ulterior de la historia de la salvación en la Iglesia, debe confirmarse perennemente más fuerte que el pecado. El Cristo pascual es la encarnación definitiva de la misericordia, su signo viviente: histórico-salvífico y a la vez escatológico. En el mismo espíritu, la liturgia del tiempo pascual pone en nuestros labios las palabras del salmo: « Cantaré eternamente las misericordias del Señor »(Rico en Misericordia N.8)
La Pascua de Jesús nos muestra un amor más poderoso que la muerte. Nos muestra una misericordia más poderosa que el pecado. Aunque no lo merecíamos, Jesús dio su vida por cada uno de nosotros. Dejó que le traspasaran el corazón para que de él saliera la fuente de la misericordia. Nos libera, nos da una nueva vida y llena nuestro corazón de alegría, porque el que murió, ha resucitado, ¡y en él también viviremos! La grandeza de la misericordia de Dios que se nos mostró en la pasión, muerte y resurrección de Jesús no se puede expresar …
¿Creo que el amor de Dios por mí es más poderoso que cualquiera de mis pecados?
¿Cómo puedo agradecerle por su infinita misericordia hacia mí?
“Cantaré eternamente la misericordia del Señor
Delante de todo el pueblo,
Ya que éste es el mayor atributo de Dios
Y para nosotros un milagro continuo.
Brotas de la Divina Trinidad,
Pero de un único seno amoroso;
La misericordia del Señor aparecerá en el alma
En toda su plenitud, cuando caiga el velo.
De la fuente de Tu misericordia, oh Señor,
Fluyen toda felicidad y toda vida;
Y así, todas las criaturas y todas las cosas
Cantad con éxtasis el himno de la misericordia.
Las entrañas de la Divina Misericordia abiertas Para nosotros,
Por la vida de Jesús extendido en la cruz;
No deberías dudar ni desesperar, oh pecador,
Sino confiar en la misericordia,
Porque tú también puedes ser santo.
Dos manantiales brotaron en forma de rayos,
Del Corazón de Jesús,
No para los ángeles, ni querubines, ni serafines,
Sino para salvar al hombre pecador». (Diario 522)