El Sábado Santo es el día en que los guardias velaron la tumba de Jesús. Para nosotros, es un tiempo de espera del encuentro personal con el Resucitado en la Santa Comunión y en la eternidad. Santa Faustina escribió:
‘‘Hoy, después de la Santa Comunión oí en el alma una voz: Hija Mía, vigila, porque llegaré inadvertidamente. Jesús, no quieres decirme la hora que espero con tanto anhelo. Hija Mía, para tu bien la cono[1]cerás, pero no ahora, vigila.” (Diary 854).
La liturgia del Sábado Santo nos habla del gran Amor de Dios por el hombre. En el Diario leemos:
“Hija Mía, también Yo por amor hacia ti he bajado del cielo, por ti he vivido, por ti he muerto y por ti he creado los cielo.” (Diario, 853).
¡Qué amor se debe tener para nacer, vivir y morir por otro!
Oh Jesús mío, multiplica mi amor para que pueda vivir para Ti y esperar encontrarte en la Sagrada Comunión, así como en la eternidad.