“La Iglesia—profesando la misericordia y permaneciendo siempre fiel a ella—tiene el derecho y el deber de recurrir a la misericordia de Dios, implorándola frente a todos los fenómenos del mal físico y moral, ante todas las amenazas que pesan sobre el entero horizonte de la vida de la humanidad contemporánea” (Dives in misericordia, nº 12).
La Iglesia tiene el derecho y el deber de recurrir a la misericordia de Dios. ¡Así que es mi derecho y mi deber! Tengo derecho a acudir a Dios en situaciones difíciles, tengo derecho a esperar su ayuda, como un niño que, sabiendo que es amado, se atreve a acudir a sus padres con todas sus necesidades. El niño confía en sus padres, por eso también cree que le darán lo que es bueno para él.
Recurrir a la misericordia de Dios también es mi deber. Mi tarea es llevar a Dios en la oración todos mis asuntos personales, familiares y también a aquellos que no conozco, que sufren y que necesitan experimentar su amor misericordioso.
¿Cómo recurres a la misericordia de Dios en tu oración personal?
¿Qué haces para animar a los demás, a tu familia y amigos?
“Oh Dios Eterno, arde en mi el fuego inextinguible de la suplica por Tu misericordia; siento y comprendo que ésta es mi tarea, aquí y en la eternidad. Tú Mismo me has ordenado hablar de esta gran misericordia Tuya y de Tu bondad” (Diario 483).
“Oh Jesús mío, ahora abrazo al mundo entero y Te pido misericordia para él” (Diario 1582).