«Oh Jesús mío, ahora abrazo al mundo entero y Te pido misericordia para él. Cuando me digas, oh Dios, que ya basta, que ya se haya cumplido plenamente Tu santa voluntad, entonces en unión Contigo, Salvador mío, entregaré mi alma en manos del Padre celestial, llena de confianza en tu misericordia insondable y entonaré el primer himno a Tu misericordia cuando me presente a los pies de Tu trono. ¡No te olvidaré, pobre tierra!, aunque siento que me sumergiré inmediatamente toda en Dios, como en un océano de felicidad, eso no me impedirá volver a la tierra y dar ánimo a las almas e invitarlas a confiar en la Divina Misericordia» (D.1582)